Una de las principales preocupaciones de los docentes durante la pandemia ha sido el contacto con sus estudiantes.  Luego de semanas y meses de clases virtuales no conocen a sus estudiantes pues la mayoría no enciende sus cámaras de video.

“Me siento como si estuviera hablando sola”

“Siento como si fuera una sesión de espiritismo… debo preguntar cada tanto si están ahí”

En algunas instituciones han establecido la obligatoriedad de encender las cámaras durante las clases, y ello ha generado un debate sobre derechos individuales y la privacidad como el ocurrido en Colombia el año pasado. Es claro que establecer una obligatoriedad en un momento de emergencia podría verse como un acto muy poco empático y hasta discriminatorio.

Durante estos meses los docentes han buscado varias formas para motivar a los estudiantes a encender sus cámaras: crear grupos pequeños, hacer videos pregrabados, permitirles jugar con fondos virtuales y avatares, realizar juegos o concursos que impliquen mostrar objetos frente a sus cámaras, entre otros. Los más importantes son: (1) Explicar las razones por las que sería necesario o valioso encender las cámaras y (2) Entender las razones por las que los estudiantes prefieren mantenerlas apagadas.

¿Cuáles podrían ser las razones?

Frank Castelli y Mark Sarvary, investigadores de la universidad de Cornell, han publicado recientemente los resultados de una encuesta realizada a 283 estudiantes de dicha institución que busca indagar las razones por las que los estudiantes mantienen sus cámaras apagadas durante las clases.

La razón principal (41%) tiene que ver con preocupaciones respecto de la apariencia personal, y la segunda razón (26%) es la preocupación por la posibilidad de que aparezca alguna persona de su familia detrás de ellos. Otras razones tienen que ver con el hecho de no querer mostrar su espacio personal (muchas veces sus dormitorios), o que no se les vea alejarse de la computadora o haciendo otras cosas mientras se escucha la clase.

Las razones tecnológicas también estuvieron presentes: tener una mala conexión de internet (22%) o no contar con una cámara en buen estado (2%).

Respecto de la razón principal (preocupación respecto de la apariencia) los investigadores encontraron diferencias significativas vinculadas con la pertenencia a grupos étnicos minoritarios y en estudiantes mujeres. En estos casos el temor a verse expuestos es mayor. Lo mismo sucede con la posibilidad de que se muestre a las personas o el espacio detrás de ellos.

Un aspecto importante de la encuesta proviene de la opción “otros” en la que más de la mitad de los estudiantes señaló que no encendían la cámara porque “es lo normal, nadie lo hace”.

Los autores resaltan la importancia de entender las razones de los estudiantes y de trabajar en dinámicas de aprendizaje que motiven a los estudiantes a participar activamente encendiendo sus cámaras cuando es necesario y valioso para el proceso de aprendizaje, pero no obligar el uso de cámaras en las clases.  

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