Por: Michael Zhou Wu

Todos hemos visto o usado alguna herramienta de inteligencia artificial (IA) que puede analizar datos, automatizar tareas y generar soluciones personalizadas para mejorar la eficiencia, entre otras funciones. Estas nos facilitan la vida al momento de realizar actividades tediosas o resolver problemas complejos. Para un adulto en ejercicio profesional, estas herramientas pueden ser de gran utilidad. Pero cabe preguntarse: ¿un alumno en formación debería tener acceso a este tipo de tecnologías durante su etapa de formación universitaria? En los últimos años, universidades de distintas partes del mundo han comenzado a posicionarse firmemente ante esta interrogante.

Un caso es el de la University of Florida, que ha integrado formalmente un módulo obligatorio de alfabetización en IA como parte del currículo de pregrado. Este enfoque contempla no solo la dimensión técnica, sino también la reflexión ética y el uso aplicado de herramientas de IA en distintas disciplinas. Se trata de una decisión institucional que no se limita a incorporar tecnología, sino que plantea una nueva manera de concebir la formación profesional en la era digital (University of Florida, 2023).

Al igual que, otras instituciones como Ohio State University han anunciado programas para formar a todos sus estudiantes en lo que denominan “fluidez en IA” —una apuesta por integrarla como competencia transversal en sus programas de estudios, reconociéndola como una habilidad esencial para cualquier profesional del siglo XXI (The Guardian, 2025).

En contraste, instituciones como Sophia University, la University of Tokyo y Kyoto University han implementado prohibiciones explícitas al uso de ChatGPT y otras herramientas de IA generativa en ensayos, reportes y tesis. En caso de detección, se imponen sanciones severas, salvo que el docente permita expresamente su uso en la evaluación. Estas medidas responden a la preocupación por preservar la integridad de habilidades críticas como la escritura y el pensamiento original (Nikkei Asia, 2024). En cambio, en la Universidad de São Paulo, se introdujo un protocolo que invitan a realizar entregas orales o trabajos manuales en cursos que requieren comprensión profunda de conceptos. Profesores también han integrado tareas analíticas que emplean prompts en ChatGPT, pero con énfasis en su discusión crítica en posteriores actividades. Todo esto con la finalidad buscar el aprendizaje sin involucrar a la IA. (USP, 2024).

Un ejemplo intermedio es el de la University of Sydney, que desde 2025 ha implementado un modelo flexible de uso de inteligencia artificial basado en un enfoque de “dos carriles”. En este esquema, el uso de IA está prohibido en evaluaciones supervisadas como exámenes presenciales (carril uno), con el fin de proteger la integridad académica, mientras que en evaluaciones abiertas o trabajos no supervisados (carril dos) se permite el uso de herramientas de IA, siempre que los estudiantes declaren su utilización, expliquen su propósito y reflexionen críticamente sobre su aporte. Esta política está acompañada de programas de formación para docentes y estudiantes, y busca equilibrar la preparación digital con el desarrollo de competencias académicas sólidas (University of Sydney, 2024; The Australian, 2024).

Otro caso es el Tecnológico de Monterrey que implementó un piloto con ChatGPT y DALL·E en cursos voluntarios donde se capacita a docentes y estudiantes para usar estas herramientas de forma ética y efectiva. En esta experiencia, más del 70% de los estudiantes afirmó que el uso de IA les ayudó a construir interpretaciones propias de los contenidos, y el 81% indicó que les permitió resolver tareas con mayor rapidez. Esta estrategia se apoya en lineamientos institucionales que promueven el uso responsable y transparente de la IA en el entorno académico (Tecnológico de Monterrey, 2024).

Conclusión

En definitiva, la incorporación de la inteligencia artificial en la educación superior no es solo una cuestión tecnológica, sino una decisión profundamente pedagógica, ética e institucional. Las experiencias internacionales muestran que no existe un único camino, sino diversas formas de integrar o regular su uso, según los valores, contextos y objetivos de cada universidad. En este escenario, resulta fundamental detenernos a pensar:

¿Cómo imaginamos una educación universitaria en utilizando inteligencia artificial? ¿Qué tipo de competencias deberían formar parte de la experiencia formativa para responder a los desafíos del presente y del futuro? ¿Estamos realmente comprendiendo el impacto que tiene y tendrá la IA en la forma en que enseñamos, aprendemos y evaluamos?

Este artículo no pretende cerrar el debate, sino más bien abrirlo. Porque la verdadera transformación educativa no ocurre solo por adoptar nuevas herramientas, sino por asumir una conversación pedagógica profunda y continua sobre su sentido.

Queda entonces abierta la reflexión: ¿debería la inteligencia artificial constituirse como una competencia transversal en la formación universitaria, o su integración debería responder a las particularidades de cada disciplina?

El post fue elaborado con ayuda de ChatGPT

Referencias

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