Por: Daniel Flores Bueno

En El amor en los tiempos del cólera, la inolvidable novela de Gabriel García Márquez, Florentino Ariza —su protagonista— escribe cartas de amor a Fermina Daza, incluso cuando ella ha dejado de responder. Esas cartas no solo representan un amor persistente, sino también el poder del lenguaje, la intensidad del recuerdo y el deseo que persiste en el tiempo.

Hoy, leer y escribir en tiempos de inteligencia artificial abre dos grandes frentes. Por un lado, hay quienes sostienen que el uso de estas herramientas empobrece el estilo, debilita la voz narrativa y convierte el texto en una pieza predecible y sin alma. Por otro, encontramos a quienes consideran que la IA puede funcionar como un asistente útil para corregir errores ortográficos, mejorar la gramática y afinar aspectos formales de la escritura.

En el ámbito de la lectura, la IA también está generando transformaciones. Herramientas como ChatPDF o Humata permiten resumir textos, encontrar datos específicos o interactuar con documentos largos de forma más eficiente. Otras plataformas, como Google Studio Live o el propio ChatGPT, pueden leer en voz alta o traducir textos, ayudando así a acceder a materiales en otros idiomas o a convertir cualquier documento en un audiolibro.

Este nuevo escenario plantea múltiples interrogantes. ¿Qué postura deberían asumir los docentes universitarios que enseñan a escribir? ¿Se debe prohibir el uso de la IA por temor a perder autenticidad? ¿O más bien debemos enseñar a usarla críticamente, promoviendo que nuestros estudiantes escriban con apoyo, sin renunciar a desarrollar una voz propia?

La literatura académica reciente nos ofrece algunas respuestas. Investigaciones como la de Cummings et al. (2024) revelan que ocho de cada diez estudios describen que los estudiantes utilizan la IA para actividades como la lluvia de ideas, la redacción de borradores y la revisión de textos. Al mismo tiempo, autores como Wang et al. (2024) advierten que algunos estudiantes enfrentan retos como la pérdida de pensamiento crítico, la dilución de su voz personal o la necesidad de dedicar más tiempo a verificar y revisar lo que produce la IA.

Frente a estas inquietudes, un equipo de cinco profesores —cuatro de Perú y una de México— decidimos realizar una investigación cualitativa durante diciembre de 2024. Nuestro objetivo fue explorar cómo experimentan los estudiantes de una universidad privada de Perú la integración de la IA en un curso de redacción académica de primer ciclo. En particular, buscamos describir y evaluar su percepción sobre la facilidad de uso, la utilidad de estas herramientas y las actitudes que despiertan, tanto de aceptación como de escepticismo.

Para ello, diseñamos diversas experiencias de aprendizaje en las que los estudiantes fueron capacitados en el uso de IA mediante la redacción de prompts. La experiencia comenzó con ChatGPT y luego se incorporaron otros modelos de lenguaje como Lorca, TextCortex y Quillbot. Posteriormente, se entrevistó a 16 estudiantes utilizando un diseño muestral por conveniencia, estratificado según su desempeño académico.

¿Qué descubrimos? ¿Cómo perciben estos estudiantes las herramientas de IA? ¿Qué usos les dan y qué expectativas tienen ante la ola de cambios que ya está transformando la escritura académica?

De eso trata la segunda entrega de este artículo.


Referencias

Cummings, R. E., Monroe, S. M., & Watkins, M. (2024). Generative AI in first-year writing: An early analysis of affordances, limitations, and a framework for the future. Computers and Composition, 71(102827), 102827. https://doi.org/10.1016/j.compcom.2024.102827

Wang, C., Aguilar, S. J., Bankard, J. S., Bui, E., & Nye, B. (2024). Writing with AI: What College Students Learned from Utilizing ChatGPT for a Writing Assignment. Education Sciences, 14(9), 976. https://doi.org/10.3390/educsci14090976

Por: Victor Lozano

Cuando a Albert Einstein le preguntaron cómo había llegado a ser un genio, respondió con sencillez: “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas“. Esta reflexión encierra una profunda verdad: nuestra capacidad para cuestionar el mundo ha sido el motor de nuestro progreso. Los humanos hemos avanzado gracias a nuestra habilidad para formular preguntas cada vez más complejas.

Hemos creado sistemas capaces de generar respuestas instantáneas a cualquier pregunta. En las aulas universitarias, inteligencias artificiales como ChatGPT son utilizadas para hacer análisis que antes requerían horas de investigación.

La biología nos ofrece una perspectiva sobre el costo energético del pensamiento. Nuestro cerebro humano consume aproximadamente el 20% de la energía corporal total, a pesar de representar sólo alrededor del 2% del peso corporal (Raichle & Gusnard, 2002). Este dato ha sido confirmado por múltiples estudios científicos, incluyendo investigaciones publicadas en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Las investigaciones científicas indican que el cerebro requiere un aporte energético permanente para mantenerse en funcionamiento, aun cuando no realice ninguna tarea aparente. Este alto costo energético podría explicar parcialmente por qué nuestras mentes tienden hacia cierta eficiencia cognitiva en determinadas circunstancias.

No es de extrañar que la posibilidad de externalizar el esfuerzo cognitivo a las inteligencias artificiales nos resulte eficiente. Cuando la IA nos ofrece respuestas inmediatas, nuestro cerebro, siempre atento al ahorro energético, lo interpreta como una ventaja.

Por otro lado, la promesa fundamental de la inteligencia artificial reside en la automatización: liberarnos de tareas cognitivas repetitivas para que podamos dedicar nuestras capacidades a problemas más significativos. En teoría, esto debería conducir a una explosión de creatividad y pensamiento original. Sin embargo, existe una contradicción profunda: muchas de las habilidades que la IA promete hacer redundantes son precisamente aquellas que constituyen la base del pensamiento crítico.

Según el informe “Future of Jobs 2023” del Foro Económico Mundial, el pensamiento crítico y analítico ocupa el segundo lugar entre las habilidades más demandadas en el mundo laboral actual, solo superado por el pensamiento creativo. Paradójicamente, mientras el mercado laboral valora cada vez más estas capacidades, la tecnología amenaza con atrofiarlas al eliminar las oportunidades para su ejercicio.

Esta tensión nos remite a los orígenes mismos del pensamiento crítico occidental. Cuando Sócrates desarrolló un método basado en el cuestionamiento sistemático: a través de preguntas estratégicamente formuladas, guiaba a sus discípulos hacia el descubrimiento de sus propias contradicciones e inconsistencias. El objetivo no era proporcionar respuestas, sino cultivar la capacidad de interrogar la realidad. Como señaló “una vida sin cuestionamiento no merece ser vivida”.

Resulta irónico que muchos sistemas de IA actuales, como ChatGPT, utilicen técnicas inspiradas en el diálogo socrático para generar sus respuestas. La tecnología ha asimilado la forma del método socrático, pero invirtiendo su propósito: en lugar de estimular el cuestionamiento, proporciona respuestas que pueden desincentivar la indagación.

La neurociencia moderna ha confirmado lo que los educadores han intuido durante siglos: nuestro cerebro se moldea en función de cómo lo utilizamos. Este fenómeno, conocido como neuroplasticidad, implica que cada experiencia de aprendizaje literalmente reconfigura nuestra arquitectura neural. Esta realidad biológica plantea interrogantes sobre cómo integrar la IA en la educación superior. Si delegamos demasiadas funciones cognitivas a los algoritmos, ¿estamos privando a nuestros cerebros de los estímulos necesarios para desarrollar capacidades críticas?

Si eres profesor, seguramente te ha tocado un perfil de alumno singular. Ese que se queda al final de la clase haciendo preguntas, el que muestra un interés superior al promedio, consulta por conceptos diversos y pregunta por autores. Es el alumno que, en silencio, reflexiona y prepara su intervención. Sus preguntas son rigurosas, curiosas y, a veces, disruptivas, haciendo emerger el conocimiento tanto en el aula como fuera de ella. ¿Puede fortalecer la IA el pensamiento crítico de este tipo de alumno? ¿Y qué sucede con el estudiante más estándar, el que sigue el programa y rara vez desafía las ideas establecidas? La integración efectiva de la IA en el aula requiere un enfoque que potencie, en lugar de sustituir, el desarrollo del pensamiento crítico.

Un enfoque prometedor consiste en utilizar la IA como herramienta de contraste y verificación. Cuando los estudiantes comparan sus propias respuestas con las generadas por herramientas de IA, pueden desarrollar una comprensión más profunda de los temas al identificar diferencias, posibles errores o sesgos en ambas fuentes. Este ejercicio de evaluación crítica puede fomentar habilidades analíticas de los estudiantes.

El diseño inverso de problemas representa otra táctica valiosa. En este enfoque, los estudiantes utilizan la IA para generar respuestas y luego trabajan retrospectivamente para formular las preguntas que podrían haber llevado a esas conclusiones. Este proceso ayuda a fomentar la cognición y la comprensión de cómo se construye el conocimiento.

Las actividades que requieren que los estudiantes perfeccionen progresivamente sus instrucciones (prompts) a la IA, ayudan a desarrollar habilidades metacognitivas, pues este proceso los obliga a considerar qué hace que una pregunta sea efectiva y qué conocimientos previos se requieren para formularla adecuadamente.

Además, que los estudiantes alternen tareas realizadas con y sin asistencia de IA permite a los estudiantes reflexionar sobre las diferencias en sus procesos cognitivos y resultados en ambos contextos, reforzando la conciencia sobre sus propias capacidades intelectuales.

Existen razones sólidas para sostener que la IA puede fortalecer el pensamiento crítico cuando se integra adecuadamente en el proceso educativo. La IA puede democratizar el acceso a tutorías personalizadas. Plataformas adaptativas como Khan Academy y Duolingo han comenzado a implementar sistemas de IA que ajustan el contenido y las preguntas al nivel de comprensión de cada estudiante.

En el ámbito de la escritura académica, herramientas como Grammarly o ChatGPT pueden proporcionar retroalimentación inmediata sobre aspectos estilísticos y estructurales de los ensayos. Sin embargo, los beneficios más profundos surgen cuando estas sugerencias se utilizan como punto de partida para la reflexión, no como soluciones definitivas.

¿Un futuro de simbiosis intelectual?

Ante estos desafíos, el objetivo para la educación superior no debe ser resistirse al avance tecnológico, sino forjar una relación simbiótica con la IA que potencie nuestras capacidades cognitivas en lugar de reemplazarlas. Esta visión requiere un replanteamiento fundamental de cómo enseñamos y evaluamos el pensamiento crítico en la era digital.

En primer lugar, los educadores deben diseñar experiencias de aprendizaje que enfaticen el proceso de indagación sobre el producto final. Este método obliga a los alumnos a ejercitar precisamente la habilidad que Einstein consideraba fundamental: la formulación de buenas preguntas.

Las universidades también deben reconsiderar sus métodos de evaluación. Los exámenes tradicionales, diseñados para medir la capacidad de recordar y aplicar información, se vuelven obsoletos en un mundo donde esa información es instantáneamente accesible.

Las evaluaciones mediante análisis comparativo representan una innovación valiosa con IA. Los estudiantes podrían recibir un mismo problema resuelto por tres fuentes distintas: un experto humano, un sistema de IA, y un compañero de clase. Su tarea consistiría en analizar críticamente las tres soluciones, identificando fortalezas y debilidades metodológicas de cada aproximación, y finalmente proponer una síntesis mejorada. Este método desarrolla simultáneamente habilidades analíticas y la capacidad de discernir la calidad del razonamiento independientemente de su origen.

Las evaluaciones progresivas con IA permiten medir el desarrollo incremental del pensamiento. En este formato, los estudiantes abordan un problema complejo en etapas, utilizando la IA como asistente controlado en puntos específicos del proceso. Por ejemplo, podrían formular inicialmente su enfoque sin asistencia, luego consultar a la IA para obtener perspectivas adicionales, posteriormente refinar su solución, y finalmente reflexionar sobre cómo evolucionó su pensamiento a lo largo del proceso. Esta modalidad evalúa tanto el resultado final como la trayectoria de aprendizaje.

Debemos reconocer que la relación entre humanos y máquinas inteligentes no es un juego de suma cero. Como argumenta el ajedrecista Garry Kasparov—quien experimentó tanto la derrota ante la IA como la colaboración con ella—”la combinación de inteligencia humana y artificial puede elevar nuestro pensamiento a niveles previamente inalcanzables”.

La paradoja central de nuestra era es que, mientras la IA asume cada vez más funciones cognitivas, el pensamiento crítico genuino se vuelve simultáneamente más escaso y más valioso. En este escenario transformado, la educación superior debe evolucionar desde un modelo centrado en la transmisión de respuestas hacia uno que cultive la capacidad de formular preguntas profundas y significativas.

Como señala la filósofa Martha Nussbaum, “la educación no consiste en la asimilación pasiva de datos, sino en el cultivo de la capacidad para el asombro”. Esta capacidad, el asombro intelectual que impulsa la indagación genuina, puede ser tanto amenazada como potenciada por la IA, dependiendo de cómo estructuremos nuestra relación con la tecnología. 

El reto para educadores, estudiantes e instituciones no es simplemente integrar la IA en las prácticas existentes, sino reimaginar qué significa pensar crítica y creativamente en un mundo de inteligencia híbrida.

Referencias

Eagleman, D. (2011). Incognito: The Secret Lives of the Brain. Pantheon Books.

Kasparov, G. (2017). Deep Thinking: Where Machine Intelligence Ends and Human Creativity Begins. PublicAffairs.

Nussbaum, M. C. (2010). Not for profit: Why democracy needs the humanities. Princeton University Press.

World Economic Forum. (2023). Future of Jobs Report 2023. WEF.

Por: Pedro Bazo

La investigación es como subir una escalera: cada paso que das te acerca a tu objetivo. Y el primer peldaño en este proceso es definir cuál es el problema o pregunta de investigación dentro de un área específica del conocimiento. En estas situaciones, el mejor camino para comenzar es llevar a cabo una revisión de la literatura, la cual nos ayuda a identificar un vacío que podemos abordar con nuestra investigación.

Si el objetivo es seleccionar un tema de investigación, la revisión de la literatura funciona como un mapa: ayuda a identificar tendencias actuales, explorar publicaciones recientes en áreas preseleccionadas y detecta vacíos en el conocimiento que pueden convertirse en oportunidades de estudio. En cambio, cuando la pregunta de investigación ya está clara, el enfoque cambia: aquí se trata de profundizar en el conocimiento existente, analizar teorías y métodos relevantes y evaluar hallazgos previos para construir una base sólida que justifique el estudio. En resumen, la fase de selección de tema requiere una exploración amplia; mientras que una vez definido el tema y la pregunta de investigación, la revisión debe ser mucho más detallada y específica (ver Tabla 1).

Tabla 1. Diferencias en la revisión de literatura según la etapa de la investigación

AspectoPara seleccionar un temaPara profundizar en una pregunta
ObjetivoIdentificar un área prometedora de investigación.Construir una base sólida que justifique el estudio.
AlcanceExplorar ampliamente diversas líneas de estudio.Profundizar en un tema específico con rigor.
FocoDetectar tendencias, debates actuales y vacíos en el conocimiento.Analizar estudios clave, teorías y métodos directamente relacionados.
ResultadoFormular una pregunta de investigación clara y viable.Desarrollar un marco teórico bien fundamentado.

Esta diferencia es clave. Si aún estás explorando el tema de investigación, herramientas generales de IA generativa como ChatGPT, Copilot, Claude o DeepSeek pueden ayudarte a generar ideas, identificar tendencias y reducir opciones. Pero una vez que tienes la pregunta definida y necesitas acceder a literatura científica especializada, estas IA no serán suficientes.

¿Por qué? Porque su acceso a bases de datos académicas de acceso restringido como Scopus o Web of Science es muy limitado. La mayoría solo pueden consultar información de fuentes abiertas en Internet, lo que significa que no siempre tendrán acceso a los artículos más relevantes o revisados por pares. Para demostrarlo, aquí están algunas respuestas directas de estas herramientas a la pregunta:

“¿[nombre de la IA], tienes acceso a artículos de investigación publicados en revistas científicas?” (respuestas obtenidas el 18.03.2025)

Figura 1. Respuesta de ChatGPT

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Figura 2. Respuesta de Copilot

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Figura 3. Respuesta de Claude

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Figura 4. Respuesta de DeepSeek

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Vale la pena destacar a Gemini 2.0 Flash de Google, que tiene una ventaja significativa respecto a las IA generativas mencionadas: puede acceder a diversas bases de datos académicas y repositorios de investigación, lo que le permite recuperar información de una amplia gama de revistas científicas. Además, una de sus fuentes es Google Scholar, lo que le da acceso a una cantidad considerable de literatura académica sin depender solo de fuentes abiertas en la web.

Cómo la IA está cambiando la revisión de la literatura

Las herramientas especializadas de IA para la revisión de literatura tienen un gran beneficio: ayudan a los investigadores a enfrentar tres de los mayores desafíos del proceso:

  1. Sobrecarga de información. Se publican entre 2 a 3 millones de artículos al año en unas 50,000 revistas científicas, lo que hace cada vez más difícil encontrar los estudios más relevantes. Ningún investigador, por más experto que sea, puede manejar este volumen de información por sí solo. La IA filtra y prioriza lo más importante haciendo más eficiente el proceso de búsqueda, lo que representa no sólo una ventaja sino una necesidad.
  2. Tiempo excesivo. Realizar una revisión de literatura manualmente puede tomar semanas o incluso meses. La IA agiliza la búsqueda, lectura y síntesis de artículos académicos, permitiendo que los investigadores reduzcan el esfuerzo mental asociado a las tareas manuales y se enfoquen en los aspectos interpretativos y de desarrollo teórico de su trabajo.
  3. Selección de fuentes confiables. La calidad de la revisión depende del acceso a literatura relevante y reciente. Las herramientas de IA ayudan a identificar fuentes creíbles y evitar información desactualizada o poco rigurosa.

En resumen, la IA no reemplaza el juicio crítico del investigador, pero sí hace que la revisión de la literatura sea más rápida y manejable en la etapa de búsqueda y revisión.

Existen muchas herramientas de IA diseñadas para facilitar la revisión de literatura, cada una con capacidades únicas. Algunas se especializan en la búsqueda de estudios relevantes, otras en organizar y visualizar información, y otras en resumir y analizar textos complejos. La clave está en elegir la herramienta adecuada según la etapa del proceso.

Para que tengas una visión clara y completa de las opciones disponibles, en la Tabla 2 encontrarás una descripción general de algunas de las herramientas más populares para gestionar, analizar y sintetizar literatura académica. Para mayor claridad, las hemos clasificado de acuerdo con su principal función: motor de búsqueda, visualización y mapeo de estudios, gestión de documentos y asistente de escritura.

Es importante aclarar que esta selección se basa en una revisión amplia de fuentes, pero sigue un criterio subjetivo y no pretende ser una lista definitiva ni exhaustiva. De hecho, para mantenerla práctica y fácil de recordar, hemos limitado la selección a unas pocas herramientas. Por supuesto, existen muchas más opciones y la elección ideal dependerá siempre de las necesidades específicas de cada investigador.

Tabla 2: Herramientas de revisión de literatura basadas en IA generativa

Herramienta IA1Principal FunciónBases de Datos Bibliográficas2
ConsensusMotor de Búsqueda (MB)Semantic Scholar
CORE GPTMBPublicaciones de acceso abierto
Dimensions Research GPTMBPublicaciones de acceso abierto (Unpaywall)
ElicitMBSemantic Scholar y publicaciones de acceso abierto
EvidenceHuntMBPubMed (MEDLINE)
LitmapsMBSemantic Scholar
PerplexityMBPublicaciones de acceso abierto
Science OpenMBPublicaciones de acceso abierto
SciSpaceMBSemantic Scholar
SciteMBPubMed Central, Unpaywall
Scopus IAMBScopus, sólo a través de suscripción
Semantic ScholarMBSemantic Scholar
Undermind.aiMBSemantic Scholar, PubMed, arXiv
Connected PapersVisualización y Mapeo de Estudios (V)Semantic Scholar
Research RabbitVSemantic Scholar, PubMed
Pdf.aiGestión de Documentos (GD)
ScholarcyGD
Scholar.aiGD
Jenni.aiAsistente de Escritura (AE)
MyStylus.aiAE
ResearchBuddiesAE
Textero.aiMB, AE
Unriddle.AIGD, AE

(1) La mayoría de estas herramientas son bastante versátiles y pueden usarse en distintos campos de investigación sin problema. Pero hay algunas con un enfoque más específico: EvidenceHunt, por ejemplo, está diseñada exclusivamente para el ámbito biomédico, mientras que Elicit se ha optimizado para funcionar bien tanto en biomedicina como en ciencias sociales. Así que, si trabajas en esas áreas, estas dos herramientas pueden darte una ventaja particular.

(2) Bases a la que tiene acceso

Los nuevos motores de búsqueda con IA no solo mejoran el acceso al conocimiento: están transformando por completo la forma en que lo descubrimos. En lugar de depender de complicadas combinaciones de palabras clave y operadores booleanos, ahora podemos hacer preguntas en lenguaje natural y obtener resultados relevantes. Estas nuevas herramientas no solo encuentran artículos de investigación en bases de datos accesibles, sino que también resumen los más importantes, ahorrándonos tiempo y haciendo que la ciencia sea más accesible para todos.

Pero antes de presentar algunas de estas herramientas en detalle, vale la pena hacer una breve pausa para aclarar algo importante: no es lo mismo una revisión de literatura que una revisión sistemática de la literatura (systematic literature review o SLR, por sus siglas en inglés). Aunque suenen parecidas, tienen propósitos y niveles de rigor muy distintos.

La revisión de literatura -que es el enfoque de este artículo- busca ofrecer una visión general sobre un tema. Es más flexible, menos estructurada y, en muchos casos, más subjetiva al seleccionar y evaluar los estudios previos. Sirve para contextualizar un proyecto de investigación o explorar un área en desarrollo.

En cambio, la revisión sistemática sigue reglas claras: criterios de inclusión y exclusión definidos, evaluación rigurosa de la calidad de los estudios y un objetivo muy específico: resumir de forma objetiva y completa la evidencia disponible para responder una pregunta concreta.

¿Por qué es importante esta distinción? Porque las herramientas que vamos a revisar aquí están pensadas para facilitar procesos de revisión de literatura general. Si te interesa una visión más profunda sobre las herramientas SLR potenciadas por IA, te recomiendo explorar el excelente trabajo de Bolaños et al. (2024).

Dicho esto les dejo algunas preguntas: ¿Cuáles son los primeros pasos por seguir? ¿Cómo nos ayuda la IA? ¿Qué ventajas podemos obtener de su uso correcto? De eso trata la segunda entrega de este artículo.