Este año la UPC implementó el modelo flexible, el cual permitirá al estudiante dependiendo la carrera que elija, la flexibilidad de elegir la modalidad de estudios en la que desea graduarse. Esto implica, por lo tanto, que las carreras ofrecerán la posibilidad de que el estudiante elija la modalidad en que desea recibir un curso: presencial, virtual o blended, convirtiendo este hecho en un hito que representa un gran desafío para seguir exigiéndonos y ofrecer al estudiante una educación innovadora, exigente y diseñada pensando en él.

 Un reporte de EDUCAUSE mostró recientemente Los 10 principales problemas de TI del 2023 y el desafío #9 menciona la necesidad desarrollar una estrategia de aprendizaje basada en la tecnología que priorice el aprendizaje y que esta debe partir de las lecciones aprendidas de la pandemia por COVID-19, lo que ya se venía abordando  antes de la pandemia y las creencias compartidas y perdurables en el poder de la educación superior.

El desafío #9 del reporte de EDUCAUSE nos habla de cómo las oportunidades y necesidades del aprendizaje facilitado por la tecnología han cambiado en los últimos tres (3) años, en el cómo la pandemia ha hecho evolucionar las perspectivas de los nuevos y actuales estudiantes, y, que si bien los docentes tienen hoy más herramientas para apoyar sus procesos de enseñanza y que el cambio a la nube allana el camino con rápidas y ágiles innovaciones, el foco siempre debe estar en la pedagogía.

En este sentido, se menciona un método que los expertos han defendido desde hace mucho tiempo: el diseño al revés (backward design).

“El diseño del curso debe comenzar con los resultados de aprendizaje de los estudiantes, en lugar de comenzar con las tecnologías disponibles o la modalidad del curso (por ejemplo, presencial, en línea, híbrido, HyFlex, síncrono, asíncrono). Los cursos deben diseñarse de manera que permitan a los estudiantes alcanzar sus objetivos de aprendizaje, utilizando las herramientas tecnológicas que mejor los lleven allí. Los estudiantes tienen diferentes limitaciones de tiempo y recursos, e idealmente, la educación superior necesita volverse más flexible para adaptarse a esas diferencias.”

Finalmente, mencionar aquellos cimientos para construir que el mismo reporte EDUCAUSE propone en cuanto al papel de la tecnología en el diseño centrado en el estudiante:

  • Un enfoque que se centre en el uso de la tecnología para respaldar todos los formatos de cursos tendrá más éxito que uno que trate las modalidades de instrucción por separado.
  • Este enfoque debe adaptarse a herramientas y servicios discretos y, a menudo, específicos de la disciplina que los docentes estudiantes, académicos e investigadores necesitan para apoyar la enseñanza y el aprendizaje.
  • Los docentes, bibliotecarios, diseñadores pedagógicos e instruccionales y personal de TI serán socios importantes en el diseño e implementación de tecnologías críticas seguras e integradas dentro de la infraestructura institucional para apoyar el éxito de los estudiantes.
  • Una estrategia de aprendizaje basada en la tecnología que priorice el aprendizaje requiere una infraestructura fuerte y sólida.
  • Los sistemas tecnológicos deben ser integrados, interoperables y estandarizados para reducir las barreras a los recursos cuando y donde los estudiantes los necesiten y para generar métricas significativas para ayudar a guiar a los tomadores de decisiones sobre las inversiones en tecnología de enseñanza y aprendizaje que se han hecho y aún se deben hacer.

Referencias

Top 10 IT Issues, 2023: Foundation Models https://er.educause.edu/articles/2022/10/top-10-it-issues-2023-foundation-models#issue9

Understanding by Design https://cft.vanderbilt.edu/guides-sub-pages/understanding-by-design

Avanza la vacunación y estamos preparándonos para volver a los campus … la pregunta clave es ¿a qué queremos volver?, luego de esta experiencia mundial de aprendizaje en línea ¿qué hemos aprendido?

A continuación algunas ideas -contadas como escenario futurista- que surgen del diálogo con colegas dedicados a la innovación educativa y algunas lecturas.

Tome esto, querido lector, como un ejercicio literario, como la historia de cualquier universidad, y no como un plan de trabajo.

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Fue hermoso.

El día que volvimos a los campus fue un momento muy emotivo: estudiantes y docentes se encontraron cara a cara luego de 2 años, algunos incluso se encontraban por primera vez. Hubo risas, bromas, juegos y abrazos… el campus era una fiesta… y así fue toda la primera semana de clases.

Una semana en la que, por cierto, no hubo clases.

La universidad tomó la decisión convertir la primera semana de clases en «la semana del encuentro» una semana dedicada a que estudiantes y docentes se conozcan y reconozcan, una semana con mucho arte, cultura, expresión, exposiciones. Los estudiantes de ciclos más avanzados expusieron sus logros, los egresados compartían experiencias y consejos, y los ingresantes compartieron también sus sueños y anhelos.

Ese primer semestre post-pandemia muchos cursos seguían ofreciéndose a distancia con actividades síncronas (videoconferencias) y asíncronas (lectura, trabajo individual y grupal, diálogo entre pares y reflexión) pero algo había cambiado: los cursos iniciaban los domingos por la tarde con una charla magistral del docente a cargo del tema de cada semana. Sí, cada semana la charla (la clase) era dada por un experto -podía ser el mismo docente o no-  y los estudiantes podían verla en cualquier momento.

Es como una serie de Netflix que libera capítulos cada semana (Rodrigo, estudiante de administración)

A diferencia de las largas y aburridas sesiones de videoconferencia del año pasado, esta vez las charlas son cortas y dinámicas, incluyen datos actuales, debate y opiniones de expertos que contextualizan el tema. Los videos incluyen preguntas de opinión y reflexión que permiten a los estudiantes validar lo aprendido y comparar sus respuestas con las de sus compañeros de aula, del campus y de toda la universidad. Son charlas que tienen como objetivo motivar el interés por el tema y prepararse para el reto de las siguientes semanas.

Antes de cada clase, el docente tiene acceso a información de seguimiento que le proporciona la plataforma: si los estudiantes han visto el video y han descargado las guías para el trabajo en clase, si respondieron a las preguntas o si tienen alguna duda sobre el reto planteado. De esta forma, tras una breve dinámica para romper el hielo, el docente inicia la actividad, y acompaña a los estudiantes en la búsqueda de soluciones. 

En no más de 1 hora, los estudiantes discuten, debaten y trabajan en grupos un caso o problema puntual que surge de la motivación planteada en la charla magistral y diseñan una propuesta o solución que, posteriormente, hacia el final de la semana, deben subir a la plataforma y compartirla para recibir comentarios.

Cuando publicamos nuestra propuesta no esperábamos recibir tantos comentarios y respuestas… eso nos ayudó mucho a mejorarla. (Carla, estudiante de comunicaciones)

Así, las clases han dejado de ser eventos aislados, limitados por el tiempo y el espacio, y han pasado a ser procesos de aprendizaje abierto, continuo y con horarios flexibles. Los estudiantes no tienen una clase semanal sino un conjunto de actividades síncronas y asíncronas, individuales y grupales, lectivas y no lectivas diseñadas específicamente para el desarrollo de competencias y orientadas hacia los logros de aprendizaje.

Para evaluar los logros de aprendizaje se ha reemplazado los exámenes por evaluaciones continuas e integradoras en las que tanto estudiantes como docentes participan. Ese momento tenso y estresante conocido como «semana de exámenes» quedó en el pasado y se ha convertido en la «Semana de la Innovación y de la Creatividad», una semana para que la comunidad universitaria se dedique a desarrollar proyectos interdisciplinarios. Es una semana de maratones de innovación y creación en la que los mismos estudiantes organizan talleres, exposiciones, y participan en hackathons con temáticas propuestas por el sector privado y organismos internacionales de desarrollo, planteando soluciones para problemas reales.

Fue increíble. Hicimos un grupo con chicas de sistemas y presentamos una propuesta de una app para la gestión de pagos ¡y al banco le encantó! (Gabriel, estudiante de finanzas)  

El trabajo en grupo ahora tiene una nueva motivación, y la participación y aporte de los integrantes es evaluada en cada avance por el docente y los mismos estudiantes, cada estudiante tiene un papel en el equipo y se hace responsable de liderar en esa tarea sin perder de vista el objetivo común. Si bien la entrega de trabajos privilegia los formatos digitales, también se realizan entregas de objetos (maquetas de arquitectura, colecciones de diseño de modas y productos de los talleres o del FabLab). De esta forma, la fecha de entrega de trabajos finales se ha convertido en una gran exposición a cargo de los propios estudiantes, un momento de orgullo.

Para quienes viven lejos de los campus también hay espacios de encuentro. La universidad implementó convenios con locales en varios puntos de la ciudad y en otras ciudades del país, los estudiantes y docentes ahora pueden conectarse a Internet de manera segura y a bajo costo en un lugar cercano a su casa. Estos lugares (institutos, bibliotecas públicas, cafeterías, oficinas, y espacios de coworking) brindan acceso a equipos de cómputo y a software especializado para los estudiantes. Otros socios más avanzados ofrecen salas de videoconferencias privadas, simuladores y visores de realidad virtual, e incluso acceso a impresoras 3D y a FabLabs. Por ello, ya no es necesario trasladarse diariamente hasta el campus (o mudarse a un lugar cercano) para poder tener acceso a equipamiento especializado y buena conectividad. 

La universidad también implementó aulas híbridas para facilitar el acceso remoto de estudiantes que viven fuera de la ciudad, de esta forma pueden participar en las sesiones de trabajo presencial como si estuvieran en el campus. De esta forma todos los estudiantes tienen la oportunidad de interactuar con compañeros que se encuentran viviendo fuera de la ciudad, fortaleciéndose así el aprendizaje en diversidad.

Con los compañeros que viven aquí nos juntamos en el local para hacer los proyectos, entrar a clases y hasta para las ferias. Es como un campus pequeñito pero nos sentimos parte del campus más grande. (Jesús, estudiante de arquitectura, Ayacucho)

Como no todo puede ser a distancia, la universidad amplió también su oferta de talleres y laboratorios usando las aulas que quedaron libres, ahora los estudiantes pueden reunirse en los campus para practicar o realizar experimentos, separando estos espacios con anticipación en la intranet. 

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Los campus universitarios son y seguirán siendo fundamentales para el desarrollo de profesionales y ciudadanos del futuro, pero han dejado de ser un lugar al que los estudiantes deben ir y han pasado a ser el lugar al que los estudiantes quieren ir.

La universidad ha ido abriendo el acceso al campus de manera gradual. La prioridad la tuvieron las clases prácticas, talleres y laboratorios, así como las tareas de investigación. Algunos servicios se han puesto a disposición de estudiantes y docentes: espacios para conectarse a las clases online o también los estudios de grabación y cubículos personales para que los docentes realicen sus clases en ambientes seguros, aislados y con buena conectividad. 

Los espacios al aire libre fueron los primeros en retornar: deportes, danza, teatro, debates, exposiciones… todo lo que podía realizarse a puertas abiertas sin riesgo de contagio.

De esta forma, la universidad ha vuelto a ser un punto de encuentro entre docentes y estudiantes, un espacio de investigación y creación en el que la curiosidad y la inquietud por descubrir nuevo conocimiento es la motivación principal de quienes participan de ella.

Y fue así como volvimos a la universidad… a la que vamos a querer volver, siempre.

 


*Texto actualizado y adaptado por el propio autor, publicado originalmente aquí.