En la sesión del viernes 19 de septiembre, la Comunidad IA en la educación recibió a Manuel Sotomayor, psicólogo educativo y responsable de estrategia de IA educativa en Centrum PUCP. Su ponencia abordó la “paradoja cognitiva de la IA”: una tecnología capaz de amplificar las capacidades intelectuales, pero que, al mismo tiempo, puede erosionar habilidades cruciales para el aprendizaje, como el pensamiento crítico y la autorregulación. 

Sotomayor ilustró el dilema con un caso típico: dos estudiantes resuelven un estudio de negocios; quien usa IA produce más rápido análisis sólidos, pero puede no haber internalizado el razonamiento que sustenta sus respuestas. El foco en “productos” por encima de procesos cognitivos y afectivos —advirtió— pone en riesgo el desarrollo de competencias analíticas. De ahí su llamado a replantear el diseño pedagógico y las evidencias de aprendizaje en entornos con IA. 

Desde la teoría, articuló tres marcos. Primero, la teoría de la carga cognitiva: reducir carga extrínseca (presentaciones y materiales mal diseñados) para favorecer la carga germinal, donde ocurre la construcción de esquemas y el aprendizaje profundo. La “trampa” aparece cuando la IA no solo quita lo extrínseco sino también sustituye esfuerzo germinal, desplazando el “sweet spot” de dificultad deseable. El segundo y tercer marco vinculan taxonomías de Bloom con los sistemas 1 y 2 de Kahneman: si la IA se apropia tanto de las habilidades de orden inferior como de las superiores, el andamiaje evolutivo del aprendizaje se resiente. 

A nivel empírico, el expositor reseñó hallazgos recientes. En tareas aplicadas, estudiantes con IA y orientación docente mejoran su desempeño; sin orientación, la variabilidad aumenta y el promedio cae frente a quienes trabajan sin IA. No obstante, emerge un dato incómodo: 50% declara fuerte dependencia de la IA y 16,7% teme perder capacidad de resolución autónoma. Este debate se enlaza con el modelo FACT (Fundamento–Aplicación–Crítica–Transferencia), propuesto como guía para decidir en qué tipos de habilidades conviene o no integrar IA, siempre con cautela contextual. 

El ángulo neurocognitivo refuerza la paradoja: estudios comparando “cerebro solo”, búsqueda en Google y uso de modelos generativos reportan menor conectividad y patrones menos complejos con IA, con efectos que persistirían aun después de dejar de usarla (“deuda cognitiva”). La implicación didáctica es concreta: sostener prácticas espaciadas, generación activa de respuestas y exposición a dificultades deseables para asegurar aprendizaje significativo en tiempos de IA. 

El diálogo posterior conectó estas ideas con experiencias de aula y gestión del curso: se subrayó que rediseñar flujos de trabajo y secuencias de actividades puede ayudar a “surfear” la tensión entre apoyo y atrofia, evitando la “ficción” de enseñar, producir y evaluar todo con IA. La invitación final fue explícita: educar para navegar esa tensión de forma productiva, con criterios éticos y de evaluación auténtica. 

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La IA generativa, representada por herramientas como ChatGPT, está revolucionando la educación superior al mejorar las experiencias de aprendizaje tanto para los estudiantes como para los instructores. Estas tecnologías permiten soporte de aprendizaje inmediato, diseño de cursos mejorados, mayor compromiso estudiantil, aprendizaje experiencial y personalización. Sin embargo, su uso debe ser manejado con responsabilidad para asegurar resultados positivos y evitar posibles daños.