Esta semana Roberto Bustamante, (Coordinandor de Experiencias de Aprendizaje Online de la UPC) le tocó ser moderador en una mesa online donde la expositora, poco antes de la presentación, se disculpó porque su hijo pequeño estaba con ella y que en ese momento no tenía apoyo para que alguien lo cuide y que podían haber interrupciones. La respuesta fue que no se preocupe, que desde la moderación íbamos a cubrirla, que no había por qué pedir disculpas, que los invasores del espacio privado de la casa éramos nosotros.
Y de hecho, cuando ocurrió la presentación, ella se excusó dos veces para atender a su hijo. En esos momentos, desde la moderación recordamos a los asistentes que este tipo de situaciones puede suceder. Y que de hecho suceden muy a menudo. Dos asistentes contaron también sus historias.
En un reciente artículo de Minello et al (2020), se ha demostrado cómo la pandemia ha sido particularmente dura con las madres en la academia, modificando sus prácticas cotidianas. Para ellas se vuelve muy difícil encontrar un equilibrio entre la vida materna y la vida docente o de producción académica.
¿Qué es lo que queda? En primer lugar, fortalecer la tolerancia. Aceptar que estamos frente a una situación atípica, donde debemos aceptar que quien nos da una clase o una charla a través de una plataforma de videoconferencia está haciendo todo lo posible para exponer. En segundo lugar, apoyar a la otra persona para que pueda atender a su hijo o hija pequeños. Demos todo el tiempo necesario para que la otra persona, al otro lado de la pantalla, pueda encontrar su momento y espacio.
A nivel global, hemos tenido que entrar con rapidez al mundo de la enseñanza online. El ajuste no solo debe venir del lado de quien expone, sino también contribuyamos ajustando nuestras formas de escuchar a este escenario, sin contribuir a los sesgos que puedan construirse alrededor de las madres y padres docentes.